Análisis de El experimento (2010): la violencia, el poder y las máscaras humanas.

 

¿Está en nuestra naturaleza ser horriblemente crueles? ¿Por qué hay personas que se embriagan de poder y abusan de él? ¿La violencia es algo latente en todos nosotros? Estas fueron algunas de las preguntas que me invadieron tras ver El experimento (2010), dirigida por Paul Scheuring, un remake de la versión alemana de 2001, inspirado a su vez en el famoso experimento de la cárcel de Stanford realizado en 1971.

La película narra la historia de Travis, un hombre recién desempleado que, junto a otras 26 personas, se presenta como voluntario para participar en un experimento psicológico. Los participantes son divididos aleatoriamente entre “guardias” y “prisioneros” por un período de 14 días. El objetivo: observar el comportamiento humano bajo condiciones de encierro y jerarquía. Lo que comienza como una prueba de roles aparentemente inofensiva, se transforma en una espiral de abuso, sometimiento y deshumanización.

Uno de los ejes temáticos centrales es el abuso del poder y cómo este puede corromper a las personas. Esto se representa claramente en los personajes de Chase y Barris. El primero comienza sugiriendo la implementación de castigos graduales, casi “racionales”, para imponer orden. El segundo, que inicialmente parece incómodo con esa lógica, más adelante se convierte en el rostro del autoritarismo y la brutalidad. Lo más inquietante es que ambos terminan erotizando su rol dominante. Chase, que al principio se presenta como mujeriego, muestra señales de represión sexual —como cuando duda brevemente al ser preguntado por sus experiencias con hombres— y termina intentando abusar de un compañero dos veces, al no poder satisfacer sus deseos. Por otro lado, Barris experimenta una clara excitación sexual tras imponerse con violencia sobre Travis, lo cual parece ser el punto de inflexión que lo lanza a un régimen totalitario dentro del experimento.

Esta vinculación entre poder y sexualidad no siempre se señala en los análisis de la película, pero resulta fundamental: el poder absoluto no solo genera violencia, sino que también puede liberar los deseos más reprimidos y oscuros de una persona. En el caso de Barris, un hombre de 40 años que vive con su madre y posiblemente bajo una moral religiosa rígida, el experimento actúa como detonante de su “Ello” reprimido. Lo que antes estaba contenido por normas y mandatos sociales, ahora se libera sin freno, provocando una transformación radical del personaje, hasta caer en una especie de locura autoritaria donde incluso sus incoherencias son aceptadas por los demás por puro miedo.

Aquí aparece otro eje: el rol del contexto . La película plantea que no somos simplemente buenos o malos, sino que muchas veces actuamos según lo que el entorno permite o castiga. Un ejemplo claro es Bosc, el guardia que intenta hacer lo correcto entregando insulina a un prisionero enfermo. Por desobedecer las reglas impuestas por sus compañeros, es degradado y brutalmente golpeado. A veces, por temor o por no ser la próxima víctima, se sucumbe ante la injusticia aunque se sepa que es inmoral .

Frente a esto, emerge la figura de Travis como símbolo de resistencia ética y justicia . No es religioso, no alardea de valores, pero en repetidas ocasiones se opone a los abusos, incluso a costa de su integridad. Su momento de quietud ocurre cuando ya no hay más opción: se enfrenta violentamente a los guardias solo como mecanismo de supervivencia, no como deseo de venganza. Su evolución plantea una pregunta esencial: ¿la violencia puede ser legítima cuando es el último recurso ante un sistema opresor?

Otro personaje clave es Benjy, quien representa el sacrificio y la compasión en medio del horror . Su muerte —al intentar salvar a Travis de una golpiza— es el punto de inflexión emocional que despierta en Travis el impulso de rebelión. En este gesto hay una lectura poderosa: incluso en contextos dominados por la crueldad y el miedo, el amor al prójimo puede abrir la puerta a la redención colectiva .

En conclusión, El experimento es más que un film sobre psicología social: es un espejo oscuro que nos invita a cuestionar quiénes somos realmente cuando se desdibujan las normas, cuando desaparecen las consecuencias, y cuando el poder absoluto nos seduce. ¿Qué parte de nosotros reprimimos por mandato social? ¿Y qué podría surgir si esa represión se quiebra? ¿Realmente somos tan distintos de Barris, Chase o Travis, o solo necesitamos el entorno propicio para descubrirlo?

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